martes, 3 de marzo de 2009

Click, uich

En el vasto universo de las ideas y los seres que las poseen, y en mi corta vida de concienzuda ignorante, debo confesar que he pisado mierda más de una vez. Mas nunca de forma tan sublime como el pasado lunes.

Luego de una discusión en las profundidades del mismo infierno, de la que no salí muy bien parada, mis ojos tomaron contacto con la luz de la maravillosa estrella terrestre y, como quien recibe una patada desde atrás cuando no se lo espera, mis pupilas se cerraron como miles de animalitos retrotrayéndose sobre sí mismos.

De la nada, pensé: "En el vasto universo de las ideas y los seres que las poseen uno se puede encontrar con dos tipos de hombres: los verdaderos profesores y aquellos que demuestran que saben".

Así caminé algunas cuadras con mis ojos malheridos y mi orgullo disminuído por la charla infernal de la que había nacido tanta poesía. "El verdadero profesor enseña no por él. Es solidario en tanto que comparte su información por puro amor o algo así. Puede ser una persona común, que se distingue de la otra opción por el simple hecho de que no necesita demostrar nada", continué.

De este modo, se fue regenerando la maquinaria de aquello que algunos llaman autoestima, al punto de sentir como se inflaba, a pasos tan lentos como los que en efecto estaba dando, mi pecho, antes chupado hacia dentro. "Yo soy una profesora", concluí orgullosa, justo cuando enterraba el pie en un enorme trozo de alimento digerido cuyo origen o sentido desconozco.

2 comentarios:

El Titán dijo...

en la vida, todos somos alumnos...(frase trillada la mia).
Muy buen texto...

Daneri dijo...

Muy muy gráfico. Me gustó.