domingo, 3 de mayo de 2009

Partido de espectadores

Hay cinco tipos de persona en Uruguay: la Galpón, el Solís, los Circulares, los MovieCenters o los que no gustan de las artes escénicas, mejor conocidas como teatro.

En mis visitas a las diferentes salas de nuestra ciudad, me he pescado varias veces más interesada en los espectadores que en la obra. El teatro es un juego en donde las personitas que observan se pueden volver los protagonistas de la historia, una nueva historia. En este partido hay tantas variantes como gustos y tantas porquerías como idiotas.

Olvidemos las categorías y vayamos a los jugadores. Si pusiéramos a todos estos personajes en una cancha, cada uno adoptaría un rol al que ya está predestinado.

La Galpones compite contra el Solís, no sólo por una cuestión de género, sino de clase sociocultural, más cultural que socio. Una Galpón es la típica jubilada que nunca en su vida supo algo de teatro, pero como tiene entradas gratis, va todo los domingos cual si fuera una misa. Una Galpón nunca va sola, ni con su marido, va con muchas otras Galpones que aman como ella el aire popular del Teatro El Galpón, recientemente reformado. En este caso el espacio teatral se vuelve un centro de recreación, la casa del té y cuna del chusmerío.

Por su parte, un Solís es un elegante caballero que cree que aún se usa fumar en pipa y llevar un pañuelo en la camisa. Es un culto por naturaleza, pero demasiado fino y tímido como para emitir sonido. Toda esa sabiduría divina queda guardada con candado bajo el duro hueso de sus cráneos y casi inexistentes cabellos blancos. Sería muy insólito encontrar un Solís que no nos inspirara algo diferente a la solemnidad. En este partido el Solís, un gran profesional, un prototipo del universitario uruguayo, planea la jugada y se queda en la banca.

El Teatro Circular es albergue de un grupo de jóvenes que no reconocen a Calderón de la Barca, pero rinden culto a Gabriel Calderón. Los Circulares son pseudo-hippies del siglo XXI. Se reconoce un Circular como un chico que se compra un jean Levi´s, le saca la etiqueta y lo revuelca por el piso antes de salir a la calle. Una circular mujer, por su parte, es aquella que jamás se depila las piernas y jamás usa pantalones. Las salas, escaleras abajo, directo al infierno, son espacio de obras vanguardistas y que aparentan rendir culto a los más altos estratos culturales, lo que no quita que, en ocasiones echen mano a algunos recursos de venta, que transpiran a mares inutilidad narrativa.

En este partido los Circulares competirían con el resto por una mera razón de camiseta. Su erudición no deja mayor huella visible.

El colmo del asunto es que haya un teatro que se llame MovieCenter. El arte en cuestión pierde identidad o con más suerte asume una nueva, un tanto más holliwoodesca. Los espectadores, en su mayoría chicos muy chicos, viejas muy viejas y matrimonios, aman con locura ‘el comercialismo de las obras’, como dirían irónicamente los Circulares o ‘la frialdad de la sala’, como dirían los Galpones y harían un tanto. Con respecto a los Solís, no dirían nada y al resto, los que no gustan del teatro, todo esto les da igual.