domingo, 14 de octubre de 2007

SEGUNDA CARTA


Querida Diana:
Ya lo ves, siempre tardo, pero llego. Las cosas han funcionado casi a la normalidad: valles y crestas. Ya estoy acostumbrada. Es parte del trabajo de ser hombre amar al caos, pero dosificarlo. No dejarnos abrazar por la ilusión de que realmente puede apoderarse de nuestra esencia. Digo ilusión porque eso es lo que es, una ilusión. Se explica sencillo: si la esencia es como nuestra chispa divina, y por lo tanto viene de la enormidad, cómo puede el caos apoderarse de ésta, si el caos es creado por el hombre, y el hombre, en tanto persona, se define por su esencia.

Es de anarquía, de lo que quiero hablarte hoy. Te contaré acerca de "Canción de cuna para un anarquista", pero no sobre la obra. En cuanto a anarquistas, conocí uno una vez. No sé si realmente lo era, pero me gustó pensar que sí. Y hasta llegué a abrazarlo, e intenté hablarle de Dios. Pero creo que no me entendió. Estaba borracho y yo también, de muchas cosas. Y con sed, mucha sed de algo más.

"No sos superficial", le dije. "Tenés pasión, y eso me gusta". La pasión no es algo simple de descubrir en la gente; pero al hacerlo, es dificil de asimilar. Confunde y altera. Igual tarde o temprano todo se reestablece.
En un determinado momento hubo choque de dimensiones, sin palabras por supuesto, no sabría explicártelo. Pude ver una mirada hermosa, de esas que piden algo, algo sincero tal vez; pero hubo un límite. Una imposibilidad: huecos vacíos, palabras incomprendidas, confusión, aguas saladas y aguas dulces.

Ahora me culpo por escribir esto. Por creer que puedo ser una "acunadora" de anarquistas. Y mientras tanto, Diana, "el sol es relativamente igual y yo cambio", y ellos piensan de mí. Y yo me enamoro más y más del mundo y de la gente.

1 comentario:

Bloody dijo...

Qué lindo. Me gusta esa coherencia.