sábado, 23 de agosto de 2008

Cara de Cocker

No pasó de una ensoñación, tal vez. Hay momentos en la vida en que hay que ser radical. Esta historia se sostiene sobre dos pilares: dos cosas que me sobran. 1) Tengo un principio de pulmonía, lo que equivale, hasta el momento, a seis días de reposo (cautiverio), una dieta basada en antibióticas y de postre té de Fárfara (una delicia). 2) Adictos a la nicotina en mi casa.

A todo esto, estoy desquiciada. Soy una rampante en cautiverio. Una cara de perro cocker mojado, que lame un pañal de bebé sucio, mientras su dueña le festeja (libre interpretación). El humo me entra por nariz y las lágrimas me salen por los ojos. Todo es una curiosa mezcla de amor y sadomasoquismo.

Entonces, el momento triunfal. Pienso en escupir el pañal y morder a la dueña, mas me limito. Me siento junto a los fumadores con un cigarro de marihuana en una mano y el teléfono en la otra. Disco el número mágico, prendo el cigarro y espero las reacción de mi público, mientras saboreo el néctar de la rebeldía