viernes, 27 de julio de 2007

Hay olor a bandera yankee quemada


"Hay olor a bandera Yankee quemada", pieso mientras voy circulo -en un corriente 26 de julio- por la calle 18 de julio a pasos de la Plaza Libertad.

Pronto los sonidos se hacen se hacen claros, de modo que no tardo demasiado en vislumbrar a ese puñado de "anti-imperialistas", "anti-capitalistas", "anarquistas", o ya no sé de qué forma llamarlos, que se han aglomerado con sus pancartas; sus aullidos desesperados, de esos que aclaman a toda costa ser escuchados; y sus energías. Energías incomprensibles para quienes no las comparten, necias y obstinadas, de corte juvenil: construidas a fuerza del recuerdo del pasado - pasado de dictadura militar-. A esto han de sumársele los cuerpos arrugados, que evidencian el paso del tiempo, y germinan un segundo conflicto. Uno que nace en el idealismo en sí mismo, en el hecho de amar algo difícil de alcanzar. El tiempo pasa, las fuerzas se debilitan y es poco lo que cambia, además de la persona.

La manifestación es a los pies de la estatua-monumento de la Plaza Libertad. Ésta percibe lo sucedido con un temple indefinido, mirando el cielo con su típica expresión ausente de "no sabrán lo que estoy pensando". Yo, que me he detenido justamente en el lado opuesto a donde se está produciendo el hecho, la observo largo rato, y camino insegura, decidiendo al azar cuál va a ser mi actitud al respecto.

No tardo demasiado en decidirme: cruzo. Luego de escuchar un discurso del que poco es lo que saco en limpio, me acerco a un grupo que está en enardecida discusión. "Eh, una pregunta, me podrían decir qué...", no llegué a terminar la pregunta cuando se me vinieron encima. "Estamos protestando por nuestra... por un jovencito que...eh...", me dice la más vieja del grupo, una señora educada con sonrisa amable. "El problema es que en la protesta que hicimos cuando vino Busch fue apresado un chico, supuestamente porque había destruído un vidrio de Mc Donald´s. De lo que nunca se pudo probar nada, y le dieron condena de sedición, lo peor de lo peor". De esto saltamos al Socialismo en general. Me recomiendan libros, me dan sus mails para que consulte dudas, y hasta me invitan a un seminario, cuando lo único que quería era saber qué sucedía.

"Fijate, vos, ¿sabés lo que es una tortura?", me dice Cristina, la más joven con unos treinta y algo encima. "Sí, es eso que le hecieron a todos utedes por protestar, robar, quemar, matar y no queres hablar. En pocas palabras por DAÑAR", pienso y me parece ver a mi mamá diciendo lo complicado que era todo. Hablando del orden y el desrden, del bien y el mal. "Ah, este gobierno de...". Y, qué se yo. Más aún, cómo puedo tener una opinión formada si apenas sé lo que es un tupa. "No, no lo sé", le dije. Y cambio de tema tan pronto como puedo, antes de que empiecen a preguntar más sobre mí. Definitivamente, y no sé por qué, no quiero que me coloquen una gran "F" en la frente, y si lo hicieran quisiera descubrir que lo aceptan. Que pueden ser personas espetuosas y abiertas como yo intento ser con ellos. Mientas sigue la charla -de aproximadamente 30 minutos más- sin darme cuenta, insisto una y otra vez sobre la importancia de la tolerancia y el respeto. Si lo pienso, creo que, desde un principio, notaron mis pequeñitos prejuicios escondidos tras el eslogan de "serás respetuosa", pero de todos modos tengo la sensación de que les simpatizo, y eso me deja en un estado de paz. Un extraño y, paradógicamente, perturante estado de paz.

domingo, 1 de julio de 2007

SA


Silencio
La niña de manos arrugadas quiere ir a Machu Pichu. Enciende la radio y no hay camino: marcha, marcha, marcha. Son las doce y media de la noche. Tiene ganas de vomitar, la noche parece irreal, parece un "Sueño de una noche de verano". Reitero: tiene ganas de vomitar, siente como si hubiera fumado -o consumido de cualquier otra forma- algo de eso, eso nunca ha probado pero imagina cómo es.
Sabe lo que es. Es miedo. Conocer da escalofríos. Algo vive, late, pero sordo -a veces-. Se tira en el piso y se duerme pensando en lo que dirá el hombre con el traje de piel: “Cuestiono. Lo hago porque me gusta, porque soy un falso erudito, porque me hago, me hago esto y aquello, y me hago pipí en la cama y en la calle, en las calles de Montevideo y de Cuzco, pero con estilo. Soy yo: especial. Qué más puedo hacer”. Y qué va a hacer, va a llegar a su casa y va a llorar, como todos. Y sólo sus manos negras serán testigos de la pena.
“Critica, critica, finge, finge, pero por favor, no pares de llorar. No te guardes toda esa belleza para ti mismo. Y, ¡basta de hablar! Alguien ama tu silencio? Sé que estás harto de gritar, no lo hagas más. Calla, calla, calla y escucha. Y no pares de llorar”, dice, en sueños, la niña de las manos arrugadas.
Las magnitudes se han alterado. ¿Cuándo dejará de pensar las cosas y se detendrá a observarlas?
“Norte, Sur, Este, Oeste”, le dice el negro –personaje de su sueño-. “Excelente. Pero, no te olvides de que puede existir una cuarta dimensión”, reaponde una voz. Sagan decía que esto es fácil de entender si nos comparamos con un hombre que vive en un cuadro (vive en dos dimensines). ¿Qué verá fuera del cuadro? Dos dimensiones. En su cabeza no cabría la posibilidad de que allí fuera existiera una tercera dimensión. Ahora, ¿qué ves cuando ves el cielo?

Acción
Se dispone a volver a casa. Ha quedado de encontrarse con alguien para volver juntos, entonces, se desvía del camino. El cielo brilla púrpura por la noche, el frío quema la piel, y ella prueba. "Porque todo en la vida es un sueño, y los sueños, sueños son". Prueba imaginar cómo serían las cosas si no fueran como son. Juega y se apresura a hacerlo porque sabe que su oportunidad terminará pronto. La calle está desierta, se coloca detrás de un hombre que no conoce y camina exactamente una cuadra y media detrás de él. Pisandole los talones. Las sombras se funden, y allí, entre ambas, se acurruca el miedo. Pronto se da cuenta de que algo está mal. Camina más deprisa, lo pasa. Tensión y emoción. Sabe que, a partir de entonces, por las noches cuando duerma, aquel hombre tendrá pesadillas; pero, lamentablemente, no será ella la autora de tal espectáculo.

¿ Es hipócrita quien habla demasiado del silencio?