jueves, 4 de septiembre de 2008

El juguito amarillo de una movida pacífica

Él tenía aliento a violencia. Me acorraló, usando como barrera a sus compañeros de grapa "El Viejo Pancho", en la entrada de la sede de Nacional, ayer martes, el día del banderazo frente a la AUF.

"Ahora no es momento para que filmes, ahora estamos todos muy calientes, ahora...", logré descifrar entre balbuceos y escupitajos con gusto a grapa, que me caían justo sobre la boca. Sus labios se veían finos y paspados. Era una persona desgreñada, la mandíbula bien marcada, ancha, lo hacía muy masculino. Tenía la piel carcomida y la mirada perdida, de fumatina.

Entre tanto: "Yo no estoy del lado de nadie, yo sólo quiero hacer un videíto sobre ustedes", le suplicaba que me dejara filmarlo; y en mis adentros, que me dejara dejarlo escrachado. "Miren a esta escoria humana". Sí, quería que me dejará exprimir ese juguito amarillo del periodismo de estudiante barato, sangriento y conscientemente equivocado.

Y, a todo esto, no encontraba la forma de librarme de su cercanía tan incómoda, de su aliento que me daba entre asco y miedo (de mojar pañales). Un miedo motivado por una imaginación poco fructífera, una especie de ensoñación en la que suelo caer, en la que, esta vez, ese hombre que me miraba de arriba con ganas -ganas alcohólicas-, me perdía cariño y me daba con un cuchillo en la boca del estómago.

Y, una vez en el mundo de los hechos reales, me libré de su intimidante discurso. Me deslicé y abandoné el cautiverio (mentiría en el cómo). Y, viéndome libre de todo peligro, volví a la sana costumbre de la razón y caí en la cuenta de algo: " Te saco de algún lado", le dije. A lo que respondió, muy estelar: "Estuve en la Perrera, ¿viste la película?". Y pensé: "¿Este es el tema de la semana? Odio el fútbol. "¡Así que es actor y todo!"