Carta 1
Querida Diana:
Sé que tardé en decidirme. El tiempo pasó con demasiada rapidez y no me di cuenta. El tiempo es así: yo siempre te lo advertí, y de todas formas insististe e insististe en que era y es algo necesario. Y aquí estamos.
En momentos recuerdo que te has quedado allí. Se han detenido tus agujas, han quedado intactas, perfectas. Tan perfectas como vos. Y yo..., yo he atravesado el plasma, viajé y viajé en contra de mi voluntad. Voluntad que supiste amoldar a tu sabiduría divina.
Diana, mi recuerdo de la niñez, preciosísima niñez, son tus ojos, diáfanos ojos, y tus palabras salidas de La Boca, boca de Dios, que me enseñaron, simplemente, a amar. Cada día un poco más. Y aquí estamos: tú sigues siendo eternamente niña, y yo crecí.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario