miércoles, 30 de julio de 2008

Mi primer Lanza Papas


El día que Larry intentó construir su primer Lanza Papas, las cosas no salieron del todo bien. A esta ocurrencia le debe una quemadura en el lado derecho de su rostro que le deja al descubierto parte de la mandíbula y el contorno del ojo. ¿Todo esto por un simple caño de pvc rociado con Glade, Axe (o cualquier sustancia del estilo), que se debe introducir por un entremo del caño, tras colocar la papa por el otro, de modo tal que, al recibir el efecto de una chispa, salga disparada? (AIRE) Claro que no, es más, mucho más.

"Mi Lanza Papaz ¡Cuánta belleza en un zimple artefacto!", pronunciaba una y otra vez Larry, influenciado por el efecto de la morfina, en su cama del CTI del Casmu. "Todoz llevamoz un Lanza Papaz dentro", agregaba Larry con zetas morfinianas, mientras tomaba entre sus manos a Papa (su papa favorita).

Años después, una vez que la herida de Larry hubo cicatrizado, mi amor adolescente por él pasó ante la simple perspectiva de una mandíbula crocante que me saludaba, cada vez que su hermoso rostro giraba hacia la izquierda. Fue entonces, que decidí dedicarme a la poesía y a vender caravanas en la peatonal Sarandí, en lugar de vivir de él. Al principio me fue bien, pero con el tiempo, no me dio la plata para comer y empecé a alimentarme con una especie rara de lombriz anaranjada que pululaba por la Plaza Matriz.

Volviendo a la historia del pobre Larry. Éste decidió reiniciar su empresa: El Lanza Papas. Yo lo vi por la tele (una de una casa de electrodomésticos en 18 y Carlos Roxlo). Me sorprendí al ver cómo lo aclamaba el público, que no se animaba a mirarlo de cerca (reitero por las dudas: tenía la cara quemada que daba Asco, sí con mayúscula). Público que estaba constituído por chicas con portaligas rosa y polleritas de tenista, unas señoras, algún que otro científico, que iba a curiosear con complejo de superioridad profesional, más un periodista de El Minuano. Un 23 de octubre de 1987, en el Parque Nacional de Pequeños Emprendedores, el joven Larry lanzó su primer papa al aire.

Se rumoreaba que una papa, de Lanza Papas promedio, podía recorrer aproximadamente unos 2.5 metro, con el rozamiento de un día de octubre sin viento. Yo, del otro lado de la mencionada vitrina, observaba todo aquello con la calma de la mujer poco pasional que siempre he sido. Lo recuerdo como si fuera hoy: Larry logró lanzar a Papa y en ese preciso instante la gente dejó de aullar y los pájaros de trinar. Las manos de las jóvenes temblaban, el periodista dejó su cámara a un lado para observarlo todo con sus propios ojos, las señoras se cerraron la boca de un golpe con las manos, los hijos de las señoras, que antes saltaban por todos lados, estaban rígidos mirando hacia el cielo. Y los científicos... se querían morir de pena.


El hecho es que Papa (la papa predilecta, que fue lanzada a los buenos aires), airosa y salvaje, llena de esa belleza propia de lo inmaduro, lo potencial, lo que está esperando ser liberado con un Lanza Papas; salió volando con la fuera de los grandes. Larry, sonrió complacido, con una mirada que lindaba entre la satisfacción y el éxtasis. Papa ascendía más y más, cada vez más. Al punto en que desapareció en el cielo celeste primaveral y cruzó la atmósfera para encontrarse con las bellezas de su clase en el espacio estraterrestre.

Mi querido Larry (nuevamente querido luego de tal muestra de virilidad) viró del éxtasis a la gravedad (psicológica). Se dejó caer, quedando de rodillas sobre el césped húmedo del Parque. Entonces, tomó una papa simple de su cesto amarillo, se colocó el Lanza Papas en la boca, y tras un "No lo hagas, infeliz Larry", que la multitud exclamó al unísono, se quitó la vida.



Basado en una historia real. En memoria de mi estimadísmo Messengerman.

Nota de pie: aún no entiendo cómo hice para ver esto por la tele, si no habían cámaras filmando. Deben de ser asuntos metafísicos, causalidad.

viernes, 4 de julio de 2008

Lejos, pero cerca

Somos como una lágrima que un día cayó de los ojos de Dios y, al rozar la tierra, apenas se dividió: somos hermanos.

(La foto es de la carta que escribió Nacho, con cinco años, a mamá el día que yo nací. Y sí, lo voy a extrañar).

jueves, 3 de julio de 2008

Magnolia

-Por qué no me lo dijiste antes, por qué no lo hice antes. Ahora, parece tan fácil mezclarse entre la gente, besar desconocidos por la calle, aunque nos acusen, nos señalen, nos insulten, siempre, siempre podremos decirles la verdad, enseñarles una sonrisa perversa por su sencillez. Ahora parece tan auténtico, tan fácil andar sin ropas, no mentir, ni fingir. Parece fácil enamorarse de todo, ver la belleza en todo. No cuesta nada pedir perdón y, simplemente, reconocer que somos simples.

-Duerme, querida. Duerme para siempre. Yo te estaré amando.


Una vez más, llora con Magnolia: una flor rara, pero simple.