viernes, 14 de agosto de 2009

Requiem por un payaso

El arte es como la energía: “No se crea, ni se destruye. Se transforma”.

El payaso tenía cara de persona. Y es una condición que excede a la calidad de su profesión. Los payasos, por lo general, son idiotas. Éste llevaba una alianza en el dedo, tenía los ojos verdes y usaba su propia voz en vez de fingir haber inhalado helio como la mayoría de sus colegas.

Iba en el ómnibus, concentrada en aguantar la risa, cuando el payaso subió. Salvación. “Marcelito, estás ahí”, dijo antes de que le viera la cara entre el embutido humano que pujaba en el estrecho espacio entre la puerta y el chofer cobrador. “Sí, Susana”, respondió la misma voz, al tiempo que dejó ver su rostro y se lanzó en busca del Guines a la incoherencia.

Estaba predispuesta a la risa. Eso es un hecho. Minutos antes de la irrupción del payaso, dedicaba mi atención a la pareja que estaba sentada detrás de mí. La vecina de al lado, seguía mis pasos. Tanto así que cuando la señora de atrás dijo algo como: “Viste que hoy falleció Imilce Viñas”, la vecina tuvo la sorpresa del año. La vi de refilón: agrandó los ojos de forma maravillosa y giró la cabeza al mejor estilo de El Exorcista, dejando en evidencia su falta de discreción. Yo conté los segundos para que se uniera a la cháchara de los de atrás.

Sobre la noticia, aunque es desagradable llamarlo de esa forma, debo decir que, como era de esperar, diarios e informativos alzaron homenaje a la actriz y se refirieron a ella como una gran personalidad de nuestro teatro y televisión. Teledoce dio inicio a su noticiero con el programa Plop, del mismo canal, en el que la actriz protagonizó varios personajes. “Una gran figura del humor”, sentenció.

El payaso estaba de luto. O sería entendible que lo estuviera. Los interlocutores que me rodeaban dejaron su trágica charla a un lado y se unieron a las risas generales que despertaban los comentarios de este inusual personaje. “¿Cuánto ganará un payaso promedio por día?”, me pregunté mientras la gente le volcaba monedas en una especie de media peluda en la que nadie se atrevería a meter la mano. “Si no tiene, pídale al vecino”, dijo el payaso. Ni se me ocurrió, claro. Pero cuando el ómnibus quedó en paz, tras la huida del payaso, creo saber en qué pensaban todos: “Ha nacido un nuevo actor”.

3 comentarios:

HAMELIN dijo...

linda publicación !!!!!!!!!

te dejo un beso

Fede Hammelinn

Eclipse dijo...

genial!!
yo siempre digo que si llego a ser famosa, por favor, no digan que fui una buena persona ni me rinda homenaje. hipócritas.
los payasos me dan miedo. y algunos de los que suben a los ómnibus son lo más creepy que he visto.

Alexis dijo...

Me gustó. No quiero agregar más.