viernes, 21 de marzo de 2008

En el mundo de los hechos reales

Me subo al ómnibus con mis sandalias rojas. Esas con taquito, que me compró mamá en su intento por hacer de mí una criatura femenina. Eran las ocho de la noche y había quedado de encontrarme con Lety a las ocho de la noche. Aún tengo media hora de viaje más un ligero desvío hacia el centro para devolver una peli, que tuve en mi poder durante toda la Semana Santa.

Volviendo al ómnibus. Estoy desquiciada. Las sandalias me aprietan -porque nunca las uso-, recibo un llamado de Lety a cada diez minutos preguntando si tardaré mucho y, para colmo, el ómnibus viene llenísimo, de modo que no me queda más remedio que aguantar el dolor de pies con un mordisco seco de lengua.

La cosa se agrava cuando tomo conciencia de que algunos planchas, que vienen parados a mi lado escuchando música villera con el celular, me miran con cara de estar buscando pelea. Me la veo venir: cuchichean, me miran y ríen; con severas risillas satánicas, pero bajitas. Todo esto en el mundo de los hechos reales, como dice Onetti. Pero, por otra parte, de pronto, sacan una navaja tamaño ideal para atravesarme al medio y me piden: "Toda la plata, flaca, danoslo todo" , que no es demasiado, de modo que se ven obligado a golpearme en la cara y desollarme. Así de simple. Entonces, me empieza a picar el cuerpo, se me seca la boca y decido abandonar mi apariencia de ignorante ante la situación. La táctica se limita a lo de siempre: miro a uno de ellos a los ojos, muy seria, y, de pronto, comprendo que tengo que apostar a algo: a mi peor cara de pordiosera peligrosa satánica capaz de asesinar a alguien con un arañazo en la yugular (Aire). Bueno sí, soy una perseguida. Como mucho, de esta situación fuera del mundo real, me podría llevar un manotón en el... de regalo. !Qué necesidad!

Un señor se levanta de su asiento para bajar y me tiro de cabeza. Generalmente, suelo ser más atenta y pensar en la pobre ancianita que está a mi lado, con las piernas viejas y cansadas, las vísceras, los bíceps y las varices. Son esas cosas que, una vez nos enseñaron nuestras mamás, y nos hemos acostumbrado a hacer como buenos que somos. Pero, esta vez, no tengo piedad: me siento yo. Es que la doña de al lado no me cae bien y punto.

Abro El Pozo de Onetti y empiezo a leer desde el principio. Mientras ojeo las primeras páginas, intento recordar cómo Carolina nos lo había leído -a Lola y a mí- en voz alta y poética, aquella mañana en la playa. "Recuerdo que, antes que nada, evoqué una cosa sencilla. Una prostituta me mostraba el hombro izquierdo, enrojecido, con la piel a punto de rajarse, diciendo: "Date cuenta si serán hijos de perra. Vienen veinte por día y ninguno se afeita". Era una mujer chica con los dedos alargados en las puntas...", leía en voz alta haciendo gestos personales mientras lo hacía, reflejo de su forma de entender el texto. Intento recordar cómo pronunciaba cada palabra, su forma de tirarse los rulos de un lado para otro, mientras luchaba contra la miopía, la intensa luz del sol y el reflejo de la arena en las páginas. E intento pensar, también, en cómo todo aquello influenció mi interpretación y mi sentir con respecto a la historia. Ja, y también recuerdo que fuimos a la playa con las piernas a medio depilar.

Volviendo al texto. Ahora lo leo diferente. Las palabras tienen otro dignificado. Los dedos de la prostituta son realmente largos en las puntas, hecho en el que no me había detenido cuando lo escuchaba de la boca de Caro. Comparo cada imagen: cómo la imaginaba antes y cómo lo hago ahora. Medito acerca de lo hermosa que me había parecido la historia, habiéndola conocido bajo otra circunstancia. Aquel día en la playa Lola, Caro y yo nos habíamos ido a pasar el fin de semana solas. Habíamos almorzado arroz y merendado chocolatada con galletitas. No habíamos hecho vida nocturna, ni nada de eso. Sólo playa, lecturas y siestas: las tres boca arriba en la hamaca del patio con los pies sucios, de andar descalzas, sobre la mesita de vidrio. Nótese el gran atentado, contra territorio sagrado de mi madre - la mesita de vidrio-, entre estas palabras. Vaya placer adolescente.

Nuevamente en la playa, Caro y yo nos enamorábamos un poco más de Onetti, Lolita se ponía bronceador todo el tiempo sobre la piel blanca y se hacía la dormida bajo la sombrilla, pero escuchaba la historia. Fingía dormir para salvaguardar su reputación ingenieril. Y ahora, en los hechos reales, finalmente le dejo el asiento a la viejita que me cae mal y Lety me llama por última vez para saber si llegaré antes de las diez.

9 comentarios:

JuanT dijo...

Saco en limpio que:

1. tenes miedo a los planchas, y de que te roben, seguramente porque ya te robaron...y porque ya te tocaron el ....

2. te mordes la lengua cuando estas nerviosa, tene cuidado, el omnibus frena de golpe y hundis los dientes contra la lengua y ahi se pudre todo.

3. sos muy perceptiva de lo que te rodea, cosa de la que ya me habia dado cuenta pero ahora lo reafirmo más.

4. sueles llegar tarde, mal vos eh, eso no se hace

5. sabes escribir muy bien.

Me encanto tu relato, voy a tener que leer a Onetti a ver qué tal me caen sus textos.

Saludos!

Patricia García-Rojo dijo...

Por un momento deseé estar en esa playa o subiendo los pies a la mesita de tu madre... me encanta leerte

Daneri dijo...

Las palabras tomaron la forma de los descripto y viajé. La letra se volvió imagen.
Tomé tu colectivo y escuche tu voz.
Miré a la vieja, a los chicos, y a la chica de tu recuerdo tocarse los rulos.
Tu narración y mi dejarme llevar me sacaron de paseo.
Cuando quieras doy otra vuelta.
Saludos!

Schedule 80 & Arkadia dijo...

Como siempre, una locura de cabo a rabo. Una locura digna de esos pocos genios.
Excelente...

NandoXXI dijo...

Ah Onetti, cosas lindas de leer si las hay. Que lindo es volver y encontrarse que todo sigue igual, que los ómnibus apestan, que los planchas son violentos, que las chicas escritoras escriben y que el cielo es todavía celeste.

Un Abrazo!!

Arkadia dijo...

No. Pobres planchas. Los criminales son vilentos, no los planchas. No era mi intención difamar a nadie. Fue casualidad.

NandoXXI dijo...

Bueno no era mi intención tampoco difamar a nadie, :(
Quise decir que los planchas violentos son violentos. Aunque definamos el concepto de violencia...

Indio Sangriento dijo...

Yo creo que el hecho de haber llegado tarde te hizo escribir este post, por lo tanto concluyo que se pueden sacar cosas muy buenas (como este post) de las cosas que al principio parecen malas (como estar llegando tarde a algun lado).
Ta, ponele que tu amiga lety te puteó un poquito cuando llegaste bastante después de las diez, tal vez, no? jajajaj
Besos

Arkadia dijo...

Indio. S, optimista