lunes, 26 de marzo de 2007

Para Nacho

TIGRE VENGADOR




Abrí los ojos, y ahí estaba: aquel niño me odiaba. Por alguna razón que nunca nadie supo explicarme, parecía detestar mi presencia. Fue él quien me tiro de la cuna, me hizo llorar el noventa por ciento de las veces e infinidad de cosas más. Y también fue él mi primer amor

Todo funcionaba a nuestra forma: cuanto más me pegaba, más lo adoraba; cuanto más me evitaba, más intentaba yo perseguirlo. Él me detestaba y yo lo admiraba. Quería ser como él: tenía cinco años más que yo pero era muy chiquito, bien flaquito, peludo que daba miedo, y con esa cara de malo que también daba miedo. Éramos lo máximo: mi hermano y yo.

Nuestra relación funcionó basada en la distancia, hasta que apareció él. El otro que sí me quería (aunque no era demasiado gentil conmigo), no era ni la mitad de agresivo de lo que era el original. De un día para el otro, Tigre Vengador se convirtió en mi mejor amigo. Él no se hacía ver siempre, para que esto ocurriera el otro (mi hermano) debía caer en un profundo sueño y así, Tigre Vengador podía entrar en acción.

Él era un superhéroe de otro planeta, o algo así, de ahí su rarísimo nombre. En realidad, nunca me detuve demasiado en preguntar esos detalles. Cosas que hoy considero muy curiosas en aquellos tiempos me daban igual. No quería pensar demasiado en quién era en realidad él: el simple hecho de que existiera me hacía la niña más feliz del mundo.

Aquel personaje poseía un sinfín de atributos muy bien desarrollados. Sabía hacer todo tipo de cosas que yo ni siquiera sabía que existían. Profundicé en el robo, haciéndolo con los nísperos del árbol de una vieja vecina. Esto demandaba una complejísima técnica: uno debía aprender a trepar, saltar, esconderse o, si era necesario, correr muy rápido, entre otras cosas. También me introdujo en el arte de consumir alimentos silvestres: conocí con él que era el sabor del pasto, las moras del cerco y el juguito que salía de unas florcitas blancas (el último sabor que fue el mejor). Junto a Tigre Vengador descubrí el lado positivo de ser un niño, hecho que hasta el momento de conocerlo, para mí tan sólo significaba limitaciones y más limitaciones.

Todo marchaba de forma particular: por un lado estaba Tigre Vengador que me quería y con quien jugaba siempre que se presentara; y ,por otro lado, estaba mi hermano, que parecía odiarme, pues sólo se dirigía a mí para insultarme o, en el peor de los casos, darme alguna zurra sin que mi madre lo viera. Pero “como todo cambia” (frase que descubrí en esos tiempos), algunas cosas cambiaron. El tiempo había pasado, y gradualmente, Tigre Vengador comenzó a visitarme con menor frecuencia. Pero, a su vez, la relación con mi hermano comenzó a ser más cercana. Y así sucedió: mientras Tigre Vengador moría de a poquito, nacía otro ser precioso. Descubrí que nada es lo que parece, y aún no sé bien quién murió en verdad: Tigre Vengador o aquel niño malo que me odiaba.

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